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El general que está en deuda con la verdad

Por Gustavo Gómez Córdoba

Director 6AM Hoy por hoy – Caracol Radio

Los periodistas estamos bajo fuego. Lo hemos estado desde el momento mismo en que el periodismo es periodismo. Pero, como no somos historiadores, hablaremos de la lluvia de obuses que recibimos hoy y que se multiplica con la impunidad implícita del mundillo, o, más precisamente, del “inmundillo” de redes.

La estrategia está servida: desprestigiar al que revela; acabar la honra de quien investiga; calumniar a los que informan. El periodismo no hace formalmente parte de la institucionalidad, porque, si fuera una institución, sería una fundada en no tragar entero la actividad de las instituciones. Pero, en tanto parte de la libertad de expresión, es el periodismo uno de los pilares de la democracia y un bien común, así que los medios y los periodistas son blanco y objeto de mira en tiempos especialmente agitados.

Lamentablemente no el último, sino el más reciente episodio, lo vivimos en esta casa informativa, cuando fue público que el general Federico Mejía, comandante del Comando Específico del Cauca del Ejército, declaraba a investigadores de la Fiscalía que periodistas de La W habían recibido algún tipo de dádiva a compensación por hacerle “buena prensa” a otro oficial, el general John Rojas.

Al hacer acusaciones temerarias, sin prueba alguna, el general Mejía desdice del valor enorme que representa el uniforme que porta. Porque el código de ética institucional que obliga al general en cada una de sus actuaciones privilegia, por sobre todo, el respeto, entendido por el Ejército como la “profunda consideración por las personas y su dignidad”.

Las declaraciones que enlodan a los colegas de La W sin sustento real, en lo que no es algo diferente a una disputa entre oficiales, germinan lejos de la honestidad, lejos de la prudencia, lejos de la transparencia y, en general, señor general, lejos del código de honor del soldado colombiano.

Repugnante la guerra civil en que se comprometen dos generales, dos servidores públicos, pero más repulsivo ver que la libran a costa de principios, y recurriendo al desprestigio de los periodistas y medios de comunicación.

Está en mora el general Mejía de exhibir las pruebas que respalden su atentado a la ética de los colegas de La W o, de inmediato, proceder a la correspondiente rectificación. No porque la pidamos los medios, sino porque la exigen los fundamentos de rectitud que le permiten portar el uniforme.

Llegó, general Mejía, de ponerse firme junto al deber supremo de la verdad.

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