Por: Fercales
¡Vivo sabroso! Haber salido de la pobreza soportable, a la que mucha gente se acostumbra, acepta con resignación o no puede salir porque la vida fue así, es mi más preciado logro.
Fui ambicioso hasta que derroté la ambición y me quedé cumpliendo anhelos que me fui encontrando en el camino.
Como locutor llegué a la cumbre más alta: leer los noticieros grandes, estar en los espacios informativos de la vanguardia radial, vivir de la locución comercial, con incursiones en la televisión, el medio que nunca me gustó. Fui gremialista en la ACL y vocal muy joven de su directiva, en el tiempo de los eternos.
Tuve la suerte de que mi papá fuera zapatero y mi mamá una asidua emprendedora en varios sectores, como la comida.
Sus tamales, arepas y empanadas fueron legendarias exigencias de comensales de calles y barrios. Yo las vendía en el Pacholo. Pero eso fue un presagio de que nunca me iban a faltar zapatos y comida, dos elementos del avío de escalador.
El indescifrable azar me puso en todos sus caprichos y todos se transformaron en soluciones suficientes.
Siempre le tuve y le tengo miedo al dinero en abundancia, porque viene con estiércol. Todos los días lo compruebo. Y esa porción que cae sobre la descendencia no estuve dispuesto a producirla.
Me quedo viviendo en la sabrosura, a la que llegué temprano, con pausas para el afán del día.
La vida no es más de lo que es.