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“Un desconocido de buen corazón me salvó la vida”

Julián David Arredondo a los 27 años de edad sintió la muerte muy de cerca. De la noche a la mañana, a este hombre nacido en la población antioqueña de Ciudad Bolívar y radicado en Quibdó, la capital chocoana, su corazón le comenzó a fallar y el único camino para salvarse fue un trasplante.

“De un momento a otro empecé a sentirme mal y fui al hospital pensando que tenía una gripe muy fuerte. En un principio, los exámenes no encontraron ninguna anomalía. Posteriormente, fui remitido a Medellín y ahí en la Clínica Pablo Tobón me diagnosticaron una miocardiopatía dilatada. Ya el corazón se encontraba muy hinchado.

Se empezó con el procedimiento, me trataron unos 15 días y a pesar del tratamiento, el corazón no mejoró. Ya no había forma de curarlo así y el único camino que quedaba para salvar mi vida era el trasplante. El corazón se agrandó y no había nada que hacer”, explica.

La noticia del trasplante le llenó de incertidumbre, pues hasta ese momento, ese era un tema desconocido. Por su cabeza pasó lo peor, pues le era imposible comprender como le podrían cambiar el corazón si problema.

“Cuando me dieron la noticia del trasplante, pensé que eso era imposible porque no sabía lo que era un trasplante. Nunca había escuchado sobre eso. Pensé que me iba a morir porque no me cabía en la cabeza eso de que me iban a cambiar el corazón. Fue un golpe duro, pero lo superamos poco a poco. Muchas charlas, psicólogos que me ayudaron. También tuve contacto con otras personas trasplantadas y me fueron contando como era el proceso y fui entendiendo y me comencé a tranquilizar un poquito. De todas maneras, fue muy duro”, cuanta Julián David.

Ocho meses después del diagnóstico, luego de tres pre infartos y de permanecer en varios centros de salud a nivel nacional, se dio el trasplante. El 27 de enero de 2015, en la Cardiovascular de Medellín se llevó a cabo con todo éxito la cirugía.

“Después del trasplante todo cambio, ha sido totalmente diferente. En ese entonces yo no podía caminar, caminaba una cuadrita y ya estaba agitado y me ahogaba. Me tocaba sentarme. De ahí para acá, ya todo es normal, camino, troto, corro, por momentos me desordeno porque hago cosas que no debería hacer Soy una persona muy activo, la cabeza del hogar y veo por mi madre y mi familia en Medellín. Me levanto a las 6 y media de la mañana, trabajo y hacia las siete de la noche estoy llegando a mi casa”.

Durante este proceso, Julián David ha contado con el apoyo de familiares, amigos y desde luego, de médicos y enfermeras. Para él, su esposa, quien dejó el trabajo para permanecer a su lado, se convirtió en su ángel guardián.

MI ángel de la guarda, primeramente fue mi madre, pero mi esposa estuvo en todo. Ella fue la titular, la primera. Ella estuvo antes, durante y después de la enfermedad. Se fue de hospital en hospital conmigo, nunca me dejó solo, siempre estuvo ahí. Desde que empezó todo este proceso, ella siempre ha estado ahí. Gracias a ella, que es muy avispada y muy inteligente y supo hacer muy bien todas las vueltas del trasplante, de las drogas, de las citas. Ella es la que está pendiente de las citas, de los medicamentos, de todo.

Ella es la que me cuida. Yo creo que se sobre pasa con los cuidados. Por ejemplo, yo me como un chicharroncito o un choricito o una grasita a la semana. Si me dan ganas de comerme ya dos, pienso que primero esta ella entes que el chicharrón y para no entrar en conflicto, pues me mido” cuenta.

Este hombre sabe que la vida le dio una segunda oportunidad, agradece a ese ser bondadoso que sin conocerlo le entregó su corazón y le salvó la vida. No duda en asegurar que “la donación y el trasplante de órganos es una bendición. Yo les pido a todas las personas que así sea triste y duro, entiendan que al morir una persona le podemos salvar la vida a otra. Salvar vidas es lo más bonito del mundo. Cuando termine mi ciclo de vida y sí hay una oportunidad de servirles a los demás, como pasó en mi caso, lo haría, no lo pensaría dos veces”.

Antes del trasplante, Julián David tenía una hija, quien según él, fue la que le dio más moral para seguir delante. Después del trasplante, a los cuatro meses, quedó nuevamente en embarazo su esposa. Ahora, es padre de dos niñas, una antes del trasplante y otra después. Tiene 37 años, 11 de ellos radicado en tierras del Chocó, y lleva una vida plena, normal.

 

 

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