martes, mayo 21, 2024
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Semillero de investigación en Barrancabermeja, se la juega por el reciclaje

Desde hace un año, la sede de la Institución Educativa Camilo Torres Restrepo, ubicada en la capital petrolera de Colombia, luce más limpia y sus alumnos tienen más consciencia de la importancia del reciclaje. Un cambio radical que se logró gracias al semillero de investigación institucional y su máquina recolectora de residuos, “Eco zona”.

“El proyecto consiste, más que todo, en una máquina recolectora de residuos, que la creamos para reducirlos, porque estaban botados por toda la institución y para que a los niños les interesara un poco más la clasificación. Que se tome consciencia de no dejar los residuos en el piso, sino llevarlos a la máquina”, explica Mayre Aliannys Angarita Ardila, una de las líderes de este grupo de estudiantes.

La idea de la máquina recolectora de residuos nació para este puñado de muchachos no sólo por la necesidad de cambiar la imagen de su amada institución, sino también, por el deseo de mejorar su rendimiento académico. Un trabajo en el que, además, han dejado correr su imaginación, para aprovechar de la mejor manera las botellas y las latas que les llegan.

“En su mayoría, los residuos son botellas y con ellas hemos realizado sillas, canastas y hasta un juego de ajedrez a gran escala. El funcionamiento de la máquina más que todo es recolectar los residuos. Ahorita estamos gestionando para ampliar la máquina y mejorarla. Es un prototipo y queremos mejorarla”, comenta esta joven, amante de las redes sociales, de la investigación y de la lectura, especialmente de arte, ciencias, historia, filosofía o astronomía.

Como su invento, el semillero de investigación nació hace un año con 30 estudiantes, 15 mujeres y 15 hombres. Hoy hacen parte 20 alumnos, pues algunos ya no están en la institución o se han salido. Otros han llegado, atendiendo las convocatorias que hacen para que se vinculen al proyecto. El trabajo de recolección de estos elementos, les vale a los estudiantes una mejor nota en algunas materias, como lo es, la actitudinal, por ejemplo.

“La primera idea que teníamos de la máquina no es la que tenemos actualmente. Era un modelo más simple, más minimalista. Después de investigar, de indagar por mucho tiempo, por internet, porque era una de las tareas, nos surgió la idea de hacer lo mismo que hacen los demás, pero mejor, ampliándola para otros residuos. En lugar de dinero, buscamos que nos dieran puntos para subir la calificación en actitudinal. Previamente, hicimos una encuesta sobre qué querían los estudiantes a cambio de reciclar o recoger los residuos”, cuenta Mayre Aliannys, quien tiene entre sus planes futuros, estudiar dos ingenierías y de ser posible, hacer parte de un programa de la NASA.

“Desde tercer grado ya había proyectado como iba a ser mi vida. Una de las cosas que más me gusta es leer e investigar, es lo que más amo. Entre más investigaba más me percataba de cosas que podría ser de grande. Gracias a que entré a estudiar aquí en el Camilo, pues me di cuenta que me gusta mucho el área de electricidad y electrónica, por eso estoy dando todo de mí en esas materias, porque las amo. Al ver esto, sentí que deseo y anhelo la ingeniería, la electricidad y la electrónica. La astrofísica, es porque me gusta la astronomía”, cuenta esta joven, quien cursa décimo grado.

Y mientras ella hace realidad sus sueños profesionales, al lado de sus compañeros, con las orientaciones de la profesora Margarita y el apoyo incondicional del rector, sigue dando todo de sí para que su ingeniosa máquina sea un beneficio general, desde los más grandes hasta los más chicos. Que la cultura del reciclaje se transmita de generación en generación.

La idea es que todos en la Institución Educativa se motiven a recoger y reciclar. “Eco zona” está diseñada con dos compartimentos, uno para botellas y latas; y otro, para los demás residuos. Además, registra a cada estudiante reciclador, a través del código estudiantil, lo que le permite obtener beneficios académicos.

“El primer paso, es oprimir la tecla numeral o asterisco, dependiendo del compartimento que se va a usar. Por ejemplo, si es botellas, se marca el numeral. Luego, ingresamos nuestro código estudiantil, pasamos la botella o la lata por el lector del código de barras y la depositamos en la banda transportadora que está dentro de la máquina. Cada residuo cae dentro de una bolsa, que después tomamos e ingresamos al salón del semillero, para ir gestionando qué hacer con estos elementos. Ahorita estamos pensando en hacer unos juegos interactivos o juegos didácticos para los niños de las sedes pequeñas. También, estamos viendo que va a llegar un punto en el que nos saturemos de botellas, entonces decidimos vender los productos que elaboremos y esos dineros invertirlos en la máquina o para el colegio”, cuenta esta joven, quien vive con su madre y sus hermanitos.

Por su trabajo y el aporte que hacen para el buen manejo de los residuos sólidos, Mayre y sus compañeros han llamado la atención de propios y extraños. Su máquina ya se está conociendo más allá de las paredes de la institución y, por supuesto, han comenzado a llegar las ayudas, para fortalecer el proyecto.

“Formamos parte del programa Ondas, que es del Ministerio de Ciencias, y nos financia. Nos dan un capital y con ese capital más lo que nos da el rector, nosotros gestionamos en qué se va a invertir el dinero. Como estamos ampliando la máquina, estamos pensando en comprar unos elementos, en reducir su tamaño y en hacer más compartimentos. Que ya no sean sólo dos, sino que sean como cuatro, con base a los colores que se manejan en Colombia, para el tema del reciclaje: blanco (residuos aprovechables), negro (residuos no aprovechables) y verde (residuos orgánicos).

También estamos pensando en construir más máquinas, un poco más simples, para las sedes del colegio. Que los niños de nuestra institución, por ejemplo, los de primaria, hablen con orgullo de la máquina y que se comiencen a interesar por el reciclaje”, sostiene esta venezolana de nacimiento, pero ya con raíces muy profundas en el puerto petrolero.

Con su proyecto ya consolidado, y con una visión futurista, Mayre y sus compañeros esperan contribuir también a mejorar la imagen del puerto petrolero. Sueñan en ver su máquina en cada esquina, pues “me encantaría mucho que se ampliara la idea y que no solamente esté en un colegio. Que se amplíe para toda la ciudad o para el distrito como es actualmente. Hay lugares en los que uno va caminando y no hay sitios o espacios donde tirar los residuos, la bolsita, el papel.

Yo lo hago porque soy consciente y prefiero guardarlo en un bolso o en mi pantalón, hasta que encuentre un tanque de basura. Hay muy poquitos lugares donde dejar el residuo y por eso me encantaría la idea de que se amplíe, no solamente a colegios o a mi institución, sino que sea para todo el distrito”, concluye esta futura ingeniera, quien se describe como una persona divertida, no tan extrovertida ni tan introvertida, y líder entre sus compañeros, aunque “a veces no me va muy bien porque me estreso mucho. Soy un poquito impaciente. Me gusta planificar todo y a veces espero mucho. Si algo no me sale bien, trato de tener un plan B o C y un plan D. Trato de ser un poco organizada para tener tiempo libre y estar tranquila”.

 

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