La comunidad indígena San Martín de Amacayuca, en el Amazonas, tiene motivos de regocijo. Por primera vez, una de sus hijas, la joven Flori Murayari, porta el uniforme de la Policía Nacional. Ella es una patrullera.
“Mi comunidad está en un lugar escondido, es entrando a un rio, una quebrada. Para la comunidad es un orgullo, por ser la primera que es uniformada de la Policía Nacional. Para ellos es una satisfacción, con esfuerzo y dedicación se puede lograr, también con el apoyo de la comunidad y de mis padres”, manifiesta la patrullera Flori.
Esta joven mujer, de padres indígenas, con apenas 20 años de edad, es la mayor de cinco hijos. Se considera humilde y sencilla, que valora mucho la cultura y que respeta las creencias de la cultura indígena. Para ella, estar en la Policía Nacional es cumplir su sueño de niña.
“Yo miraba mucho en la televisión noticias y películas de policías en las motos y todo eso. Siento que cumplí el sueño de ser policía. Nadie me hablo o me dijo que la Policía hace esto o que la Policía es buena, en ningún momento, solo desde niña me nació”, recuerda la joven indígena.
La patrullera Flori, artista, cantante en su lengua nativa de merengues, salsa y música peruana y con vocación de servicio a la comunidad, recuerda el día en que ingresó a la Policía Nacional en Puerto Nariño. Ahora en su tierra natal, en el Centro de Instrucción de Leticia cuenta que “hace poco ascendí al rango de patrullera, fue una vocación que desde muy niña he querido ser, me gusta mucho el uniforme, siento mucho amor por servir a la sociedad, de estar allí cuando más lo necesiten”.
Desde el primer día en la Institución tiene claro el mundo al que llegó porque “me hablaron con la verdad, yo no sabía que uno tenía que estudiar, lo que yo pensaba era que la policía era simplemente hacer ejercicio, armas y otras cosas. La realidad es muy diferente, ellos me recibieron con ansias, me dieron consejos, me dijeron las cosas, siempre fueron muy claros conmigo, fueron muy realistas de cómo es la vida policial y la verdad me encanto”.
Ahora sabe que es un ejemplo en su comunidad, que está haciendo camino, dejando una huella profunda, que espera sigan otras mujeres indígenas, pues “me gustaría, sería un orgullo para mí, yo en estos momentos quisiera que siguieran mi ejemplo. Yo soy profesora de un curso de danzas en la comunidad y he hablado con muchos jóvenes y tienen ese sueño, ese querer llegar a ser parte del Ejército, de las Fuerzas Armadas, de la Fuerza Aérea y otras fuerzas. Me gustaría que en algún momento mis paisanas lleguen a formar también y portar el uniforme, porque la verdad es un orgullo, es algo muy lindo”.
A la patrullera Flori le enorgullece ser una indígena y lamenta que algunos miembros de su comunidad sientan pena de sus orígenes e incluso de su lengua. “Decir que soy de tal comunidad y sentirme orgullosa, me gustaría ver o escuchar a otras paisanas mías pertenecientes a la comunidad y que no tenga pena. En estos momentos, muchos tienen pena de hablar el dialecto, eso no es bueno”.
Plenamente convencida del camino que eligió, la patrullera Flori dice que “soy una joven con muchos sueños, con esa mentalidad de seguir adelante, de ayudar a la familia, a la comunidad y colaborarles. La vida de un policía es estar por Colombia o por la ciudadanía, porque uno casi no comparte con la familia, porque uno está ahí en el trabajo 24/7, todos los días, pendiente de lo que pasa. Muchas veces es complicado porque uno no puede estar con la familia en los momentos especiales, pero es algo que si nace de uno, no hay de que excusarse ni lamentarse”.
Y así como años atrás soñó con ser una Policía, hoy sueña con su futuro en la Institución, a la que espera pertenecer y llegar lejos, porque “la verdad, quiero seguir ascendiendo, si Dios lo permite, hasta ser una oficial de la Policía, conocer muchos lugares, ayudar a mis padres, porque ellos fueron los que hicieron todo lo posible para estar aquí. Me gusta mucho servir a la sociedad, me gusta mucho aportar mis conocimientos, mis creencias para la sociedad”.