Gladys Paola García Rodríguez, madre de María Valentina y Ana Lucía, además de las labores propias del campo, dedica gran parte de su tiempo y de su energía a dignificar a la mujer campesina. Su voz se escucha fuerte desde las montañas de Muchuelo Alto, en la localidad de Ciudad Bolívar, al sur de Bogotá.
“Hoy las generaciones jóvenes se avergüenzan de ser campesinos. La mujer ha perdido esa identidad, una identidad que hasta la música nos la ha cambiado. Esas cosas bonitas que identificaban y representaban a la mujer campesina, como las labores del campo, se han perdido, en gran medida por la cercanía con la ciudad, que nos ha quitado identidad, por no encajar en esa sociedad”, asegura esta joven mujer.
Fiel a sus raíces, Gladys Paola, en sus 36 años de edad, ha cultivado un amor especial por el campo, por sus vacas, por sus cosechas. Un sentimiento que comparte con sus vecinos y amigos y en especial, con sus dos pequeñas hijas. Lejos está de dejarse conquistar por todo aquello que le ofrece la gran ciudad.
“Dignificar al campesino. Que las nuevas generaciones se sientan orgullosas de que sus papás son campesinos. Que mis hijas se sientan orgullosas de que su mamá ordeña vacas. Que no perdamos la identidad, así estudiemos o trabajemos en la ciudad”, enfatiza Gladys Paola.
Como todos los campesinos de la región, ella comienza el día muy de madrugada. Ordeña las vacas, alista las niñas para el colegio y saca el ganado al pastoreo, en la parte más alta de la cima, para evitar ser víctima del abigeato, de los ladrones, que lamentablemente asechan sus predios a diario.
“Aquí producimos alimentos todos los días, llueva, truene o relampaguee. Aquí todos los días se trabaja, las vacas no dan espera. Somos el eslabón más importante en la cadena productiva, todo parte de la alimentación. Entre todos cuidamos nuestro ganado, a nosotros nos cuesta mucho para levantar un ternero, varios años. A los ladrones apenas les toma minutos montarlo en sus camionetas y huir. Nos hacen mucho daño”, expresa ésta orgullosa campesina.
Gladys Paola aún mantiene frescos los recuerdos de aquellos años, no muy lejanos, cuando muy pequeña, de la mano de su padre, don Omar, recorría los pasillos de la Central de Abastos de Bogotá, vendiendo la cosecha. Una labor que hacía con el mayor de los gustos, sin dejar a un lado sus obligaciones estudiantiles.
“Yo le recogía la cosecha a los obreros de la finca y por la noche nos íbamos en el camión con mi papá. En una maleta llevaba el uniforme del colegio y en otra los cuadernos. Dormíamos en el camión, en la madrugada vendía todos los productos y a las seis de la mañana me iba para el colegio. No lo veía como un sacrificio porque me gustaba. En el colegio, rendía académicamente lo básico, pero cuando llegaba al campo, me sentía en mi mundo. Aprendí a manejar camión y tractor, mi papá me formó así. Mi vida ha sido entre las vacas y el campo”, recuerda Gladys Paola.
Una época en la que aprendió la importancia del trabajo en equipo, del trabajo asociativo. Enseñanzas que hoy materializa a través de la Asociación Ganadera Campesina de Pequeños y Medianos Productores de la Ruralidad de Bogotá, ASOPROGAN, de la que es su mentora, fundadora y actual vicepresidenta.
“Este marzo cumplimos tres años. Invité a un gran amigo, compañero también de esta región. Néstor, quien es zootecnista, tenía y aportó esa visión de empresa, que yo no tenía. Comenzamos enviando 50 cartas a campesinos invitándolos a unirse a esta iniciativa. En un principio, llegaron sólo dos personas, días después llegaron otros tres y así poco a poco fueron llegando más y más. Cuando nos legalizamos éramos 32 y ahora ya somos 55 los asociados”, relata Gladys Paola.
Desde el mismo momento en que dieron los primeros pasos, tenían muy claro hacia donde iba la Asociación, creyendo en ellos, convencidos en que podían mejorar las condiciones de sus animales, de sus ingresos. En dejar de ser individuales para pensar en equipo, creando una cultura colectiva, que les permita permanecer.
Como lo indica esta joven y emprendedora mujer, “Asoprogan está enfocada en los trabajos de ganadería sostenible, en la producción agrícola, en la formulación y ejecución de proyectos agropecuarios, de acompañamiento técnico y asistencia agropecuaria para todos los asociados y en procesos de fortalecimiento agroindustrial”.
Ha sido un proceso en el que no han estado solos. Como lo destaca esta mujer, alma y nervio de la asociación, “un aliado grandísimo para nosotros ha sido la Secretaría de Desarrollo Económico del Distrito, que nos ha inyectado bastante trabajo. En convenio con Colombia Internacional, nos beneficia con equipos de ordeño, manejo de praderas y todo lo relacionado con la alimentación del ganado. También nos han apoyado con las huertas de mora, de fresa. Fedegan Cundinamarca también ha sido un gran aliado para nosotros, así como la Unidad de Servicios Públicos de Bogotá”.
Gladys Paola ve con optimismo el futuro de ASOPROGAN, pero le inquieta el mañana del campo capitalino, debido a que “nosotros no somos una zona de reserva campesina y con paso del tiempo nos van a desaparecer y con ello, se van a ir muchos sueños de nosotros. Ninguna zona rural de este sector es reconocida.
Hemos estado siempre, el problema es que no se nos reconoce. En la época de la pandemia se voltearon los ojos hacia la parte rural de Bogotá. La crisis que se vivió visibilizó esta zona rural. Durante años nos desconocieron, no sabían que en esta zona se produce comida, no sabían de la riqueza que hay en la montaña de Ciudad Bolívar. En pandemia amortiguamos las necesidades de alimentos, fuimos una gran despensa para todo el sur de Bogotá”.
Es por ello, que desde las montañas de Muchuelo Alto, Gladys Paola no sólo levanta la voz para dignificar a la mujer campesina. También lo hace para que se cuiden y se protejan las zonas rurales de la Capital de la República. Espera que por fin haya una política que proteja al campo, que fije los límites entre la ciudad y las zonas rurales, que evite que la expansión urbana los haga desaparecer, pues por ahora, como dice ella, el Plan de Ordenamiento no ha sido claro.
“Nosotros estamos aquí y permaneceremos aquí. Seguiremos trabajando con las uñas, como lo hemos hecho siempre, hasta ahora, pero no podemos solos. Nosotros tenemos la capacidad de trabajo, tenemos nuestros animales y sabemos trabajar, pero necesitamos el brazo económico que sostenga todo este proyecto, para salir adelante.
Qué bueno sería que, por ejemplo, comenzáramos a tener energía renovable, que en el campo tangamos paneles solares, que toda la tecnología que tiene la ciudad también llegue al campo, dejándonos vivir. Sabemos trabajar, pero necesitamos las herramientas para seguir haciendo lo que más sabemos hacer, que es mantener la tierra. No me hallo en otro lado, soy y seré orgullosamente una campesina”, concluye Gladys Paola.