Por Fernando Calderón España.
El coeficiente intelectual de la población mundial está cayendo. Esta disminución está ligada de manera directa a la pérdida constante de palabras sustanciales en los idiomas, en una ola reduccionista que concentra muchas acciones reales o irreales (modo indicativo), expresiones hipotéticas, deseos, posibilidades (modo subjuntivo), o actitudes autoritarias, mandatos o rogativas del hablante (modo imperativo) en una sola palabra, como lo que ocurre hoy en el lenguaje de las nuevas generaciones, al utilizar la unidad léxica “marica”, en múltiples formas gramaticales, por ejemplo.
Para los hablantes de hoy, todo es “marica” u otros vocablos que con su uso han destruido la oración, ese conjunto de palabras con sentido completo.
Sobre este fenómeno han advertido muchos escritores, entre ellos Christophe Clavé, quien hace un tiempo publicó un artículo titulado “El déficit del coeficiente intelectual de la población”. En dicho artículo, Clavé le echa la culpa de esta disminución del intelecto humano actual, al empobrecimiento del lenguaje.
En un encabezado que escribí para compartir un resumen de ese artículo, dije que estaba de acuerdo con ese juicio. Soy un ferviente defensor del manejo correcto del lenguaje en todas sus formas. Cada vez que escribo lo hago con acceso directo a un diccionario de la Real Academia de la Lengua, para consultar sobre el uso de una palabra o su significado. Eso no quiere decir que nunca me equivoque, pues cuando uno termina de leer un texto, una y otra vez, halla en él un error más desde el primer párrafo hasta el último. El mismo García Márquez contaba que sus correctores y curiosos detectives gramaticales encontraban siempre una discusión lingüística, cada vez que leían “Cien años de soledad”.
Para volver al encabezado mencionado, quien no habla o escribe, al menos en los mínimos que demanda cada idioma, tiene un problema en su inteligencia, pues hablar y escribir son diferencias que caracterizan al “homo sapiens sapiens” del resto de animales. Hablar y escribir son la expresión del raciocinio. Sin estos diferenciadores no habría comunicación y, por tanto, cultura.
La definición clásica de cultura se concibe como todo lo que es hecho o intervenido por el hombre. La antropóloga Eva Mazulo me enseñó una definición muy cercana: cultura es lo que el hombre transforma. Es decir, la transformación de la realidad que circunda al hombre. En esa transformación nace un proceso inherente a lo que hace el hombre: la comunicación. Sin la comunicación la transferencia de información de un emisor a un receptor de las mismas características sería imposible.
“La comunicación humana se puede señalar como rasgo cultural”, anota Carolina Valdebenito, antropóloga social, en su “Definición de Homo Sapiens Sapiens: aproximación antropológica”. Entonces, si hay una disminución del coeficiente intelectual por el mal uso de la lengua, cualquiera que sea, habrá una mala comunicación que afecta la cultura de cada sociedad y de la raza humana, en general. Y, por tanto, su desarrollo, su progreso y sus cambios dirigidos a lograr la felicidad.
El empobrecimiento intelectual de la cultura y su denuncia es una alerta a los gobiernos y a las facultades de Educación y Comunicación para que acentúen el aprendizaje del idioma, como en otros tiempos. Si no hay un idioma fortalecido, no hay comunicación y la sociedad retrocede en todos sus procesos. Lo primero que tiene que aprender un comunicador, o uno de los oficios electivos como el de periodista es a hablar y a escribir, al menos, en presupuestos aceptables.
La causa de la disminución del intelecto humano de ahora está, según el artículo, en el mal uso de la lengua y todos sus accidentes, modos y tiempos, es decir, su conjugación que adoba de belleza la comunicación entre las personas. La conjugación es la representación de la vida.
Y lo que es peor: en la reducción que hacen los hablantes nuevos de muchas acciones que tienen sustantivos y verbos suficientes para representar las realidades, sin necesidad de simplificarlas con términos desagradables como el usado en el título de estas líneas.
Si seguimos tolerando el mal uso del lenguaje escrito o hablado, de manera progresiva, estaremos disminuyendo el intelecto, cerrando las compuertas de la creatividad y condenando al hombre a un retroceso tal, que es contrario a lo conseguido en miles de años de evolución. Que esta conclusión no la simplifiquemos en un ¿qué pasa, marica?. No podemos seguir siendo tan brutos.