Después de toda una vida trabajando, bien sea en su natal Barrancabermeja o en su amada Bucaramanga, a don Ramiro Vásquez Giraldo le llegó el día en que debía resolver una gran inquietud: qué hacer, a qué dedicarse, después de pensionarse. De algo estaba seguro, pues “yo encerrado en la casa no me voy a quedar”.
En poco tiempo resolvió su problema. Afloró en él la vocación de servicio a la comunidad y por ello, “me dedique a estudiar sobre la participación ciudadana, cosas que lo benefician o lo perjudican y ahí fue donde nacieron las veedurías ciudadanas”.
En sus inicios como veedor ciudadano, don Ramiro vio más allá del trabajo comunitario. Volteó sus ojos hacia los gobiernos locales y “empecé a mirar el abuso que comenten los que ejercen la función pública, no les importa. Ellos van haciendo cualquier cantidad de ejercicios en vías, los servicios públicos, la asistencia en salud, sin tener en cuenta la parte primordial de una sociedad que es el ciudadano”.
En ese proceso, después de muchos ires y venires, don Ramiro puso la lupa en uno de los proyectos más emblemáticos de la “Ciudad Bonita”: el Hospital Universitario de Santander, una obra que “estuvo a punto de convertirse en un elefante blanco, pues quienes la administraron y quienes contrataron, hicieron desaparecer unas platas. Yo, con el acompañamiento de la Contraloría General de la República y junto a la gerencia de Santander, creamos una veeduría especializada, para hacerle seguimiento a un contrato, ya que los giros del Sistema General de Regalías y del Ministerio estaban suspendidos, para evitar que la plata se perdiera”.
Gracias a su trabajo persistente y el acompañamiento de los organismos de control don Ramiro logró destrabar el proyecto. “Sentamos a Planeación Nacional y al Ministerio, para que nos dijeran cómo podíamos corregir, para que ellos liberaran los recursos y esa obra no se quedara en un elefante blanco. Entendieron el mensaje, logramos conseguir la plata y destrabamos esa obra. Hace diez días pudimos entregar ese contrato finalizado y el Hospital Universitario goza hoy de una magnifica central de urgencias, con reforzamiento estructural y con nuevos equipos”, recuerda este hombre, quien ya bordea los 75 años de edad.
Hoy, a don Ramiro le queda la satisfacción del deber cumplido. Agradece el apoyo que recibió de entidades que creyeron en él, en su trabajo y en su compromiso. “Yo vivo muy agradecido de la Procuraduría General de la Nación, de la Contraloría General de la República, de la Defensoría del Pueblos, de la Personería del municipio, en ese caso de Bucaramanga, y de la Fiscalía General de la Nación, porque ellos nos capacitan, nos orientaron en hacer esto o aquello y lo más importante, nos escucharon”,
La labor de veedor de don Ramiro no se ha centrado única y exclusivamente en el Hospital Universitario. En estas épocas de crisis, marcadas por la pandemia, “hemos logrado soluciones para muchos ciudadanos afectados por la mala atención en salud, ya sea por no otorgamiento oportuno de las citas o por la no entrega oportuna y eficiente de medicamentos. Yo tengo centenares de personas que me llaman y voy a hacer una claridad, no cobramos un peso por ayudarle a la gente”.
Don Ramiro continuará en su papel de veedor ciudadano, siempre con algo muy claro, y es “ser propositivos en vez de buscar una sanción moral, económica o penal, uno debe ser propositivo. Esto es una manera de servirle a la comunidad, sin esperar una retribución. Con la participación ciudadana se pueden lograr muchas cosas en salud, servicios públicos domiciliarios, infraestructura y el suministro de agua potable, entre otros”.
Y claro, consciente de que es un trabajo por el que no va a recibir una retribución económica. “Nosotros como veedores no podemos pensar en que vamos a obtener un beneficio material, personal o económico, sino el benéfico de la ética, de la moral. Es el reconocimiento del ciudadano, que ellos vean que hay alguien que está pendiente de sus problemas y que les ayuda a resolverlos, yo tengo miles de ejemplos”, puntualiza don Ramiro Vásquez Giraldo.