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Después de 20 años, giro en su vida y reencuentro con la familia

Hace seis años la vida para Dayana Liseth Barbosa Bustos cambió radicalmente. Tras 20 años en las filas de las Farc, tomó la decisión de dejar las armas, reincorporarse a la vida civil y trabajar por la paz del país.

“Cuando empezaron los diálogos en la Habana, no lo asimilaba muy bien. Es difícil de cumplir lo que nosotros queríamos y sigue siendo difícil. Se fue dando y se dio. Era muy disciplina, si el mando decía una cosa, pues eso se hacía. El mando tomó una decisión, el secretariado tomó una decisión, yo dije vamos a respaldarla, estoy de acuerdo y vamos para allá”, asegura Dayana.

Ingresó a la guerrilla cuando apenas tenía 13 años, según ella, por voluntad propia, buscando mejores condiciones de vida y un mejor mañana. Fue un tiempo en el que dejó de ser Dayana Liseth, para convertirse en Solangui o Sol, totalmente alejada de su familia.

“Allá lo forman a uno. Si usted no sabe leer, allá le toca aprender a leer; si no le gusta el estudio, se lo dan doble; le enseñan educación, el querer por las demás personas, el querer por lo animales, el querer la vida, ayudar al que necesita. Todo nace por algo y uno mira la necesidad del campesino y aun la seguimos viviendo acá y la vivimos en carne propia cuando llegamos acá a este espacio territorial. Obvio, las FARC cometieron errores, no voy a decir que las FARC son unos santos. En los años en que yo estuve y con quien estuve, gracias a Dios, no paso una cosa, que yo me diera cuenta, un maltrato a una persona, una violación, nada de eso”, explica quien hoy está convencida de que el camino es la paz.

Dar los primeros pasos en su nueva vida civil no fue sencillo. Le tomó tiempo asimilar el cambio y empezar de nuevo, porque, como dice, “lo sueltan a uno en un mundo donde uno ya no está acostumbrado. Acostumbrada a que, bien o mal, todo lo tenía a su alcance. Ya le toca tomar decisiones mínimas, como ir a comprar la verdura para la casa, como empezar a buscar la olla, la vajilla, la ropa, lo que uno necesita para vivir, eso siempre era un poquito duro. La salud, la educación, todo muy difícil“.

Este giro en la vida de Dayana también significó el reencuentro con los suyos, a quienes no veía hacía dos décadas. Para ella fue “terrible, ya no los conocía, siempre he guardado mis lágrimas, siempre he tenido ese sufrimiento, siempre ese sufrimiento lo he guardado para mí, cuando decían familia yo era fuerte, pero quería llorar. La alegría de ver a mi mamá, a mis hermanos, dejarlos tan pequeñitos, ya estaban grandes, ya tenían hijos, siempre fue emotivo. En épocas de diciembre, siempre me acordaba de mi mamá, mis hermanas, quien sabe cómo estarán, nunca me preocupe por localizarlos.

Cuando ellos llegan, yo los ignoro totalmente, Dije no, estos no son, yo dejé a una mamá joven, de casi 32 años, una hermana chiquita y ya veo una hermana grande y digo, no esos no son. En un momento, mi madre dice esa es mi hija, entonces, me devuelvo y le pregunto. Hubo el reencuentro y yo me tenía que sostener dura, que no me miraran llorar, no me gusta que me miren llorar. Nos reunimos con ella, empecé a preguntarle la vida. Ahora, estamos nuevamente juntas”.

Hoy, Dayana Liseth, convencida que va por el camino correcto, dedica sus días a sacar adelante proyectos productivos, para su bienestar, el de su familia y para la comunidad en general.

“Hago parte de la cooperativa que tiene seis proyectos y trabajo en eso, y en la comunidad también hay proyectos individuales, yo no tengo proyectos individuales, todos son colectivos, uno trabaja a base de los proyectos colectivos que tenemos.

Tenemos un proyecto de transformación de plátano y yuca, estamos trabajando en un proceso de planta de transformación, un centro de acopio, tenemos el turismo, un supermercado, un proyecto de transporte, un proyecto de ganadería, Son como 5 o 6 proyectos que tenemos. Soy la secretaria”, manifiesta.

.Estos últimos seis años, Dayana no sólo los ha aprovechado para reencontrase con su familia, para trabajar sus proyectos productivos y para ser la profesora de arte en su comunidad. También los dedicó a recuperar el terreno perdido en su educación. Ya recibió el título de bachiller y espera muy pronto, tener el de profesional, pues su propósito es continuar estudiando.

 

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