Por: Henry Plazas Figueroa
Especial COP16
@Plazasnews
Uno de los grandes desafíos que enfrentan los gobiernos para contener los peligros y amenazas a la biodiversidad, es precisamente profundizar en las relaciones entre las grandes empresas y los consumidores para incidir y generar en ellos que se haga un consumo responsable.
En ese sentido, los consumidores y la sociedad tienen un papel muy importante para disminuir el derroche de productos de la biodiversidad, disminuir la contaminación generada por el consumo excesivo y para ir hacia una economía más limpia.
Para la exviceministra de políticas y normalización ambiental, Sandra Vilardy Quiroga, la meta 15 no es una meta que salga de los estados, tampoco de las plataformas científicas, sino que se trata de una propuesta que nace de un consorcio, una plataforma de empresas por la biodiversidad: “Business for Nature”.
“Sale precisamente de esta plataforma en la que han venido incorporando la necesidad de reconocer ¿Qué tanto las empresas son dependientes de la biodiversidad? ¿Qué riesgos están experimentando las empresas, entendida esa dependencia en cuanto a la pérdida de biodiversidad y esa retroalimentación con la crisis climática? ¿Qué nuevas oportunidades tienen las empresas con la biodiversidad para migrar a una economía diferente, más verde, de naturaleza positiva?” realmente es una meta de esas transformadoras, que pueden ayudarle a las empresas y, con las mismas, a buena parte del sector económico a reconocer que somos dependientes de la biodiversidad en unas maneras que ni siquiera éramos capaces de identificar”, indica Vilardy.
El Director del departamento de Ciencia Jurídica y Política de la Universidad Javeriana en Cali, Carlos Andrés Echeverry, asegura que lo que busca esta meta es precisamente, que esas actividades que pueden generar una presión fuerte sobre la diversidad biológica informen, no solamente a entidades gubernamentales, estatales, sino también al público en general, cómo realizan esas actividades y qué están haciendo para disminuir, mitigar o prevenir esos impactos negativos que se pueden causar en la biodiversidad con esa actividad económica.
Desde el Laboratorio de Sostenibilidad Empresarial de la Universidad Javeriana, recalcan que las empresas, son actores clave dentro de los sistemas de producción y consumo que interactúan con la naturaleza. De ella, las empresas obtienen materiales y energía, que luego transforman y entregan a una red de distribución para que al final se depositen en la naturaleza, los residuos generados tanto de la producción como del consumo final.
“En estos procesos, desde la apropiación de materiales y energía hasta la disposición final, hay diferentes riesgos e impactos en la biodiversidad. Se habla, especialmente, de pérdida de hábitats por la introducción de actividades productivas o su deterioro por contaminación. Las especies animales, vegetales, hongos, bacterias y demás que constituían esos ecosistemas son sometidas a presiones que pueden disminuir su capacidad de supervivencia e incluso pueden inducir a su desaparición. Esto podría darse con mayor regularidad en Colombia dado que hay alto endemismo y a la fragilidad de sus ecosistemas”.
Entonces, en definitiva, en el día a día, las personas podrían conectar con la realidad de la historia de sus productos, exigir trayectorias que no afecten o que incluso promuevan a la biodiversidad y, sin duda, cuestionarse sobre sus decisiones de consumo.
“El ordenamiento jurídico colombiano tiene varios mecanismos de participación ciudadana para exigir información, por ejemplo, a las autoridades ambientales. De hecho, el país cuenta con un subsistema de información de uso de recursos naturales y con un instrumento de captura de información por parte de diferentes actividades económicas que hacen uso, entre otras, de la biodiversidad, que es el Registro Único Ambiental (RUA). Esa información es pública, cualquier ciudadano puede acudir a la autoridad ambiental y preguntar por ella”, complementa el director Echeverry del departamento de Ciencia Jurídica de la Universidad Javeriana.
Hay que anotar que para nadie es secreto que la biodiversidad ha sido muy estudiada y aún hay un consenso generalizado de su enorme desconocimiento. Las empresas no escapan a esta gran verdad, por lo que para ellas representan enormes retos llevar una contabilidad o medir las relaciones, impactos o riesgos que una actividad productiva pueda tener con la biodiversidad.
No obstante, para el Laboratorio de Sostenibilidad Empresarial Javeriano, más allá de medir o calificar las relaciones de las empresas con la biodiversidad, se hace necesario generar procesos productivos que tengan en el centro de su actividad a la biodiversidad y que, por lo tanto, se integre de manera más orgánica en sus procesos y mediciones. De esta manera, la biodiversidad pasa de ser ajena a la producción, por lo que su medición es en sí misma extraña, a ser parte fundamental.
“El camino sería entonces que los sistemas productivos se diseñaran de manera que su funcionamiento estuviera íntimamente relacionado con la permanencia de la biodiversidad, los ecosistemas y la vida”, indica un análisis del Laboratorio.
A la vez, la exministra Vilardy asienta en que es necesario que haya un proceso pedagógico y de creación de capacidades, porque tradicionalmente los indicadores de biodiversidad están asociados a los listados de especies o a las superficies de coberturas de ecosistemas.
“Esos dos indicadores son insuficientes para poder reconocer los impactos, las dependencias, los riesgos y las oportunidades. Tenemos que entrar a otra dimensión, que es la dimensión de la evaluación de la diversidad funcional y la diversidad y contribución de los servicios ecosistémicos, para poder incorporarlo en los marcos de las empresas”, agrega.
Los expertos coinciden en afirmar que en todo caso es necesario emprender una tarea pedagógica desde las empresas, pero fundamentalmente desde cómo se están formando a los consultores.
En este proceso de creación de nuevas habilidades, la Universidad de los Andes ha venido haciendo un trabajo, desde hace mucho tiempo, en el programa de administración mediante el curso de Servicios Ecosistémicos, el cual es obligatorio para que los estudiantes puedan aprender sobre la dependencia que tienen todas las empresas y los diferentes sectores económicos de la biodiversidad, evaluar sus riesgos y sus impactos.
Pero la pedagogía no solo debe ser de las empresas, también de la Academia, al respecto, Echeverry asegura que la academia, particularmente, tiene un papel muy importante, por ejemplo, haciendo un monitoreo, precisamente, de la información que se registra en el Registro Único Ambiental y en el subsistema de información por uso de los recursos naturales.
Insiste en que “ahí las universidades van a jugar un papel fundamental en la revisión de esa información, en la generación de informes que le puedan servir a las autoridades ambientales que formulan y ejecutan política pública para poder mejorar sus actuaciones en lo que se refiere a la conservación y uso sostenible de la diversidad biológica”.
En el mismo sentido, el análisis del laboratorio de sostenibilidad empresarial de la Universidad Javeriana, señala que la academia debería estar encaminada a la construcción de metodologías que faciliten al sector empresarial, la incorporación de la biodiversidad en la información de sus sistemas productivos. Posiblemente esto pueda ser un paso importante para modificar las prácticas y acercarse más a poner en el centro a la biodiversidad.
De igual forma, generar nuevas propuestas de sistemas productivos que permitan una movilidad de la economía hacia una más centrada en la biodiversidad, puede ser un aporte clave. En general, la investigación se puede orientar a cubrir las brechas en técnicas y mecanismos para introducir a la biodiversidad en los sistemas productivos: desde la medición hasta el diseño basado en la naturaleza.
“Para eso, es indispensable que la academia comprenda el carácter interdisciplinar de estos procesos y que, también, pueda poner a la biodiversidad y a la naturaleza en el centro, para aprender de ella, emular sus procesos y ser parte”, agrega el análisis.
Pero ¿Cómo puede la sociedad contribuir a que se cumpla esta meta? Desde el consumidor es claro que hay un papel importante en la exigencia de productos que no afecten a la larga también sus propios medios de vida: la biodiversidad es la base para que la sociedad permanezca y es fundamental que este conocimiento sea extendido, tanto para las elecciones individuales, como para otro tipo de exigencias a las empresas e incluso a los organismos públicos.
De acuerdo con el Sexto Informe de país al CDB, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible concluye que uno de los mayores retos para el país es inducir cambios culturales sobre hábitos de consumo. En el mismo se menciona la necesidad de pasar de la legislación a la implementación efectiva y lograr que los sectores y la sociedad sean conscientes de los impactos ambientales que sus hábitos de consumo generan, y actúen responsablemente.
Precisamente Colombia este año ha dado un gran ejemplo de ello, al poner en marcha la reglamentación para la eliminación gradual de los plásticos de un solo uso que busca promover la economía circular con la participación de todos los actores de la cadena del reciclaje.
Dicha reglamentación permitirá la implementación de la Ley 2232 de 2022, mediante la cual se eliminarán 21 plásticos de un solo uso al 2030, iniciando por ocho productos de estos: Bolsas de punto de pago, bolsas de rollo del fruver, bolsas de empaque de revistas y recibos, bolsas de lavandería, soportes plásticos de bombas y de copitos de algodón, pitillos y mezcladores ya empezaron a salir del mercado y están siendo reemplazados con otros materiales.
Al respecto, la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, explicó que la reglamentación define que, para permanecer en el mercado, los productos prohibidos deben presentar alternativas sostenibles enfocadas en la biodegradabilidad y compostabilidad en condiciones ambientales naturales; ser fabricados con 100% de materia prima reciclada de fuente nacional; y su aprovechamiento debe ser del 100% de la misma resina o mezcla de resinas de los productos puestos en el mercado.
“Esperamos que esta transición al modelo de economía circular la podamos visibilizar de forma muy potente en la COP16, porque hace parte de la convención de biodiversidad para abordar la crisis de contaminación de microplásticos y el tratado de plásticos de un solo uso que se está en este momento negociando a nivel mundial para la eliminación de los plásticos que no sean esenciales, por ejemplo, para usos médicos donde no hay un reemplazo”, manifestó la ministra Muhamad.
El objetivo es que el plástico solamente se reduzca en el tiempo a cadenas donde es irreemplazable, por ejemplo, en el sector salud. Por lo tanto, en la rueda de negocios sostenibles y de la biodiversidad que se realizó en Cali se pudo dar visibilidad a esta innovación que ya hay en Colombia y las alternativas que ya existen para un cambio de modelo económico.
A esto se suma que Colombia ya inició el debate en torno a los sistemas alimentarios sostenibles el cual está determinado por la agenda agroalimentaria, es decir, por las cuestiones de uso, ocupación y tenencia de las tierras y su relación con la producción, distribución, transformación y consumo de alimentos.
Es así que desde ya nuestro país le está apostando a poner a la biodiversidad y a la naturaleza en el centro, para aprender de ella, emular sus procesos y ser parte para promover acciones que permitan reducir los impactos negativos y poder llegar a la meta 15.