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COP 16: ¿Cómo colocar la naturaleza en el centro de la vida urbana?

Por: Henry Plazas Figueroa

Especial para COP16

@Plazasnews

Colombia es uno de los países más biodiversos del mundo gracias a su diversidad geográfica que se extiende desde la selva Amazónica hasta las montañas de la región Andina, pasando por las costas del Pacífico y el Caribe lo que ha fomentado una asombrosa variedad de especies.

Nuestro territorio ocupa el primer lugar en especies de aves y orquídeas; es el segundo país en el mundo con mayor riqueza de plantas, anfibios, mariposas y peces de agua dulce; el tercero en número de especies de palmas y reptiles; y el cuarto en mamíferos.

No obstante, en la actualidad las ciudades siguen creciendo y cada vez son más urbanizadas y un ejemplo de ello es que hoy día concentran el 50% de la población mundial y generan el 80% del Producto Interno Bruto (PIB global); así mismo, son responsables de producir el 75% de las emisiones globales de carbono.

Para el caso de Colombia, cerca del 77% de la población vive en zonas urbanas, y el 76% del Producto Interno Bruto (PIB) se produce en las ciudades, y aproximadamente el 45,5% de las emisiones se generan por actividades que se asocian a las grandes urbes.

Las dos amenazas de la biodiversidad

Y, aunque el crecimiento urbano a menudo se ve como sinónimo de la destrucción de hábitats naturales, pérdida de biodiversidad, interrupción en la conectividad ecológica, contaminación atmosférica, hídrica, por residuos, y de hacer que las ciudades luzcan y se perciban cada vez más grises y duras por las moles que se observan en las construcciones en concreto; con alta congestión vehicular y sendas aglomeraciones industriales, esta meta de Montreal permite pensar el desarrollo urbano como la oportunidad para reestablecer los vínculos y la conexión entre las ciudades y la naturaleza.

Para Manuela Guzmán Ramírez, experta en urbanismo y profesora del Departamento de Arquitectura, en la Universidad de los Andes, uno de los principales objetivos de la planeación urbana es definir la localización y parámetros de funcionamiento de dos de las grandes amenazas de la biodiversidad: la agricultura y la urbanización.

Y, aunque detener estos dos peligros que plantean acabar el único verde que nos queda, Guzmán es enfática en afirmar que “Una adecuada planeación localiza estas amenazas donde menos impacten los ecosistemas y puedan contener o limitar la extensión de ambos usos. También prevé planes y maneras de relacionarse de forma que se reduzcan o se compensen los efectos negativos”.

Más infraestructura verde que gris

En el actual contexto, esta meta es fundamental, ya que la mayoría de la población vive en aglomeraciones urbanas (UE, 2015). Solo en Colombia, cerca del 80% de la población vive en cabeceras municipales o centros poblados (Dane, 2105). Y, para habitar en las urbes de forma saludable y garantizar la permanencia de recursos como el agua potable, los suelos para la agricultura y otros, las poblaciones requieren de los servicios que prestan los ecosistemas.

“En el caso de Colombia esto es crucial pues 11 de sus ciudades más importantes se localizan sobre el corredor de concentración de Biodiversidad de los Andes Tropicales (Weller et al., 2017), el cual se extiende desde Chile hasta la Serranía del Perijá. Planear las ciudades localizadas en este corredor alrededor de la protección de los ecosistemas y el fomento de la biodiversidad urbana es crucial para conservar servicios ecosistémicos como la provisión de suelos ricos en nutrientes, agua potable entre otros”, señala la experta en urbanismo de la Universidad de Los Andes.

En ese mismo sentido Carlos Devia, experto urbanista de la Universidad Javeriana, agrega que: “Los árboles y en general las zonas verdes propician condiciones de confort muy necesarias para la población urbana por la atenuación térmica que ofrece la sombra y las tasas de transpiración. Así mismo las plantas que se colocan en la ciudad pueden ser parte de una estrategia de seguridad alimentaria, generación de empleo y favorecimiento de la biodiversidad de la fauna y la flora”.

No obstante, el experto urbanista señala que, en las ciudades, la infraestructura verde, (las plantas) debe estar acompañada de infraestructura azul, esta última corresponde a cuerpos de agua como ríos, estanques naturales o artificiales, y son parte de la estrategia para ofrecer condiciones adecuadas para el crecimiento de las plantas y propiciar condiciones de hábitat para la fauna regional, en especial las aves y los insectos. “La promoción de diversos tipos de vegetación, las zonas verdes y cuerpos de agua con altos niveles de biodiversidad se convierten en espacios propicios en la lucha contra el cambio climático”.

Los expertos consultados coinciden en que hay un desafío por pensar en los centros urbanos no solo como motores de desarrollo económico y social, sino también como espacios importantes para la identificación, conservación, restauración y uso sostenible de la biodiversidad, al mismo tiempo que esa riqueza natural se convierte en parte del desarrollo social y económico de las ciudades y municipios, y favorece, de esta forma, los procesos de conectividad ecológica entre lo urbano y lo rural.

Avanzando en las ciudades del futuro

En este aspecto el Gobierno Nacional, en su Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2022-2026 “Colombia, potencia mundial de la vida”, planteó fortalecer en materia ambiental a las ciudades del país, particularmente, a aquellas de menos de 50 mil habitantes, a partir de diferentes aspectos como el ordenamiento alrededor del agua; la integración de criterios de biodiversidad dentro de su planificación urbano-regional; la inclusión de soluciones basadas en la naturaleza para la adaptación y gestión del riesgo; la construcción sostenible y la infraestructura verde, entre otros.

Con base en esta premisa, Colombia ha venido avanzando en afrontar este desafío ambiental. Desde la Dirección de Asuntos Ambientales Sectorial y Urbana del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, se ha venido ejecutando el proyecto Ciudades Biodiversas, para la gestión de la biodiversidad en áreas urbanas que consiste en un proyecto piloto liderado por el Ministerio de Ambiente y el Instituto Humboldt con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), para el desarrollo y la aplicación de la metodología que busca incorporar criterios de biodiversidad dentro de la planificación y desarrollo de las ciudades.

Este piloto se realizó en 6 ciudades del país: Armenia, Barrancabermeja, Leticia, Montería, Pereira y Yopal, con lo cual se espera empezar a aplicar esa metodología en municipios de menos de 50 mil habitantes. Y, es que precisamente mediante el concepto de “Ciudades biodiversas y resilientes” se busca precisamente establecer un modelo de ciudad donde las áreas urbanas vayan más allá de ser centros industriales y de comercio, y, en cambio, prioricen el bienestar ambiental, la inclusión social y la conservación de la biodiversidad, el agua y los ecosistemas, como un pilar fundamental en el desarrollo tanto de las ciudades como de los municipios de Colombia, bajo una lógica urbano-regional.

“La delimitación de la agricultura, la conservación y rehabilitación de las cuencas de los ríos urbanos y la provisión de espacios para el almacenamiento e infiltración de agua en la ciudad son los grandes retos de la planeación urbana para la biodiversidad. Si logramos cambiar el paradigma de diseño de las ciudades hacia unas donde se fomente la biodiversidad se lograría impactar considerablemente en la adaptación a los retos del cambio climático y en asegurar la prestación de servicios ecosistémicos a las generaciones futuras”, complementa Guzmán Ramírez, de Los Andes

Por otro lado, hay una cuestión técnica. Para crear las ciudades del futuro que se pretenden fundamentar en esta convención se requiere de tecnología. Se requiere replantear los componentes de los sistemas sobre los que se fundamenta la ciudad.

En este sentido, los arquitectos paisajistas e ingenieros ambientales están cumpliendo un papel fundamental en la formulación de bases técnicas para la planeación basada en la naturaleza y la creación de infraestructuras urbanas basadas en el paisaje. El futuro de las ciudades estará basado en el urbanismo del paisaje.

Para el experto urbanista de la Universidad Javeriana, efectivamente los ciudadanos también pueden contribuir para el desarrollo de estas ciudades de manera individual, con la siembra y cuidado de plantas en espacios privados en edificios con fachadas y terrazas verdes, así mismo en los ante jardines, estas plantas pueden ser árboles, arbustos, herbáceas o bejucos.

“La selección es importante, incluyendo especies que ofrezcan flores o frutas a las aves principalmente, Así mismo acondicionando lugares para que insectos polinizadores puedan hacer nidos y recipientes con agua vital para la fauna”, indica.

Al respecto, la experta en urbanismo de la Universidad de Los Andes, aporta que en paralelo se debe cuestionar sobre las características o calidad de esa área verde, ya que “no es lo mismo tener un metro cuadrado (1m2) de pasto Kykuyo, que 1m2 de jardín biodiverso o de Bosque urbano. También se debe incluir a las comunidades, sobre todo aquellas en condición de vulnerabilidad. Lograr esta nueva manera de construcción de ciudad, necesariamente requiere de una transformación de mentalidad y una apertura al cambio”.

Una ventana de oportunidades

Para los expertos en planeación urbana es claro que los esfuerzos de conservación de los ecosistemas no compiten con el desarrollo urbanístico, por el contario hace que estos dos elementos puedan abordarse como complementarios y generar una ventana de oportunidades sociales, económicas y ambientales, como lo demuestran las soluciones basadas en la naturaleza, la adaptación basada en ecosistemas, las estructuras ecológicas dentro de la planificación territorial y todos aquellos servicios ecosistémicos que generan abastecimiento, regulación, soporte e incluso valores o beneficios culturales.

Esta COP 16 que se desarrolló en Cali, debe convertirse en una oportunidad para impulsar la implementación de una estrategia nacional innovadora y coordinada que considere la biodiversidad y el cambio climático como una oportunidad para transformar las ciudades y municipios en beneficio de la naturaleza.

Los alimentos, el agua, la regulación del clima, la calidad del aire, la polinización, la reducción de riesgos de desastres, el control de enfermedades, el conocimiento científico y los beneficios económicos, recreativos y espirituales, son algunas de esas contribuciones.

“Es fundamental prepararnos para la incertidumbre del cambio climático, el cual es otra de las grandes amenazas de la biodiversidad. La planeación urbana tiene el reto de prever como habitar un planeta más caliente con una frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos mayor a la que hemos enfrentado en los últimos siglos”, sentencia la experta en arquitectura de la Universidad de Los Andes.

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