En la localidad capitalina de Ciudad Bolívar, doña María Hernández Pérez tiene la más numerosa de las familias. En su predio, gozan de sus cuidados, de su amor y dedicación 270 perros, en su gran mayoría abandonados; algunos, salvajes; y otros, callejeros
Su amor por los animales, especialmente por los perros, ha sido de toda la vida, “desde pequeña, yo soy campesina, me crie en el campo y siempre estuve rodeada de animales, siempre tuve mi perrito desde pequeña. Soy una obsesionado por todo lo que tenga que ver con los animales, con el medio ambiente”.
El cuidado de estos perros lo hace doña María, junto a otras cinco personas, desde su Fundación “Huellas Arriba”. Inició esta labor hace ya once años, cuando paso por su camino un pequeño y gruñón labrador. Un fiel amigo, que aún permanece a su lado.
“El primer perro se llama Toni y es un labrador, es de mal genio. Fue el primero que rescatamos, después llego Canela y así fueron llegando. Lo encontramos en una veterinaria, a donde lo había llevado una señora. Fuimos a comprar una comida y apareció el perrito, que nadie quería hacerse cargo. Lo iban a regresar a la calle y nosotros lo recogimos”, cuenta.
A pesar de lo numerosa que es su manada, ella busca la forma de identificarlos e incluso a muchos de ellos, les tiene su nombre. Claro que hay circunstancias en las que no puede cumplir con ese ritual, pues por momentos, llegan hasta su hogar grupos muy nutridos de perritos.
“Yo le tengo nombre a cada perro. Cuando llegan de a uno, uno les puede poner el nombre, pero un día me llegaron, por un rescate que hizo la alcaldía, unos perritos que estaban maltratados y llegaron 14, eso es lo máximo que nos han llegado en animales, en un solo día llegar, pues no hubo tiempo de ponerle nombre a cada uno.
Eran unos animales que los tenía una persona en un lote, los tenia aguantando hambre, los animalitos llegaron en mal estado y nosotros para organizarlos los metimos a la terraza de mi casa, para estar pendientes de ellos, porque estaban desnutridos.
A los salvajitos casi nunca les ponemos nombre, pero cuando llegan perritos por un rescate, con una fractura, si lo hacemos. La última se llama Georgia, llego a donde nosotros y ya se queda con ese nombre. Así van llegando las historias, cada perrito es una historia, casi siempre son historias súper tristes”, explica doña María.
Doña María lamenta que, por lo menos en la zona donde vive, las personas no sepan darle el cuidado que se merecen sus mascotas. Son muchos los animalitos que encuentra en la calle, abandonados por su dueños, muy mal alimentados y en pésimas condiciones.
“Hay mucha gente irresponsable. Aquí, por lo menos, hay familias que tiene dos o tres perritos, los tienen en la calle, no les dan comidita, nadie se preocupa por esterilizarlos. A la perrita que está en celo, la sacan a la calle, en lugar de guardarla para que los perros no la molesten. La sacan a la calle para que las embaracen y después llegan los cachorros. Al primeo que pasa, van regalando los perritos o los dejan tirados en la calle. Es un descontrol total”, asegura doña María.
Otro de los temas sobre los que llama la atención está relacionado con las esterilizaciones, pues “no hay alguien que se tome la molestia de llevarlos a las jornadas de esterilización del instituto de protección, que son gratuitas, solamente es asistir, tomarse medio día y llevar al perrito para que le hagan la cirugía, es gratis, pero la gente no es consciente de eso y no lo hacen, les da pereza, no sé qué es lo que le pasa a la gente”.
Su mano derecha es Jhon Jairo, con quien empezó esta odisea. Cada uno tiene tareas asignadas, pues “hay dos tipos de cuidado. Mi compañero Jhon Jairo, es el duro de los perros problema, de los perros que han atacado a alguien, que les gusta la pelea. Nosotros rescatamos perros que tiene la gente para peleas o perros que nos traen porque atacó a una persona o algún otro animal, nos traen ese tipo de problemas a nosotros y mi compañero es el que los rehabilita. Yo soy más de recuperación de alguna cirugía, ese tipo de perros es los que estoy atendiendo, chorros más que todo”.
Pasar tanto tiempo al lado de estos peluditos le llega al corazón. A pesar de ser un hogar de paso, termina encariñada y no tiene ningún problema en hacer grandes sacrificios, con tal de ver a sus animalitos recuperados y en buena salud.
“Esto es entregar la vida, es un sacrificio. Por ejemplo, un fin de semana festivo no puedo salir, porque no tengo quien me cuide todos los perros. A veces uno entra en duda sobre seguir, pero continúo porque no voy a dejarlos a su suerte. Ellos solo nos tienen a nosotros, dejarlos a ellos es como fallarles también.
Ya todo el mundo les ha fallado y si pensamos en dejarlos a un lado, también es fallarles. Yo soy como la mamá de ellos, si algún día yo decido irme o no seguir, eso es como abandonarlos, es una decisión muy difícil”.
Doña María no ha estudiado veterinaria ni nada parecido. Todo lo ha aprendido con ellos y con los consejos de algunos veterinarios, quienes son su apoyo. En su Fundación hay animalitos de todas las razas y tamaños. “Llegan perros de todo tipo y lo primero que pasa cuando llegan a nuestra fundación es esterilización, a menos que sean cachorritos, que es vacunación. Esterilización, desparasitación.
Me encariño todo el tiempo y cuando voy a entregar a alguno de ellos, me duele el corazón. Quedo muy tranquila si le consigo un buen hogar a ese perro y digo Dios mío, lo logré. Es como un final feliz, ese es el final feliz, eso es lo que buscamos para todos”, puntualiza esta mujer, a quien los animales le tienen conquistado el corazón.