Durante ocho días, Carlos Andrés Villegas y su fiel amigo Tellius, estuvieron internados en las selvas del Guaviare, como miembros de los grupos de búsqueda de los cuatro hermanos indígenas, accidentados en la avioneta siniestrada al pasado primero de mayo.
“A nosotros nos ingresaron por las características del perro y por haber participado en varias emergencias. Nos llevaron a ver si él, con sus cualidades y el barrido que hizo, pudiera encontrar los niños.
Fueron ocho días, sin desmayo, internados en lo más profundo de la selva, en unas condiciones, que él mismo describe como “horribles, súper complicadas. Eso ya es extremo. Es una selva peligrosa, muy espesa por los árboles, todo tiene veneno, los animales. Había muchas cosas.
Se mantenía uno caminando, mojado todo el día. Usted daba la vuelta y ya estaba perdido. Si no tenía GPS o brújula, se perdía. Había animales de toda clase, mosquitos, arañas, escorpiones, culebras, abejas, hormigas gigantes, arañas gigantes. De todo hay allá”.
Eran jornadas extensas, extenuantes, que se iniciaban muy temprano y finalizaban ya al caer la tarde. “Nos levantábamos cinco, cinco y media de la mañana, hacíamos la comida y nos daban las coordenadas del área donde íbamos a buscar, que por lo general era de un kilómetro, kilómetro y medio, cuadrado. Caminábamos todo el día, sólo parábamos para almorzar, en jornadas hasta la cuatro y media de la tarde.
A pesar de no lograr resultados positivos en la búsqueda de los hermanos indígenas, Lesly Mucutuy, de 13 años; Soleiny Mucutuy, 9 años; Tien Noriel Ronoque Mucutuy, 4 años; Ranoque Mucutuy, un año; ni Carlos ni los demás miembros del equipo de rescate llegaron a perder la esperanza de hallarlos con vida.
“En ningún momento nosotros perdimos la esperanza de encontrar a los niños con vida. Con los comandos que yo estaba, ninguno perdió la esperanza. Todos los días, siempre, nos levantábamos con la esperanza de encontrarlos, creyendo que había llegado el día de encontrarlos”.
Este hombre nacido en Medellín hace 37 años, y miembro de la Defensa Civil desde hace 10 años, agrega que “la mayor motivación era saber que los niños estaban con vida. Nunca perdimos la Fe ni nunca pensamos que ellos estuvieran muertos. Siempre estábamos convencidos de que los íbamos a encontrar vivos. Ya a lo último no había detalles que nos confirmaran que los niños estuvieran vivos, ni detalles de huellas ni nada, nada. Sólo teníamos la Fe de que estuvieran vivos”.
Carlos valora en alto grado el apoyo que recibieron de las comunidades indígenas, pues, a su modo de ver, sin ellos no habría sido posible localizar a los niños.
“Los indígenas ayudaban mucho, porque ellos andaban sin GPS, mientras que nosotros sólo nos guiábamos con los GPS o las brújulas. Ellos buscaban y sabían que plantas eran peligrosas, para que nos las tocáramos, también cuáles animales eran peligrosos. Ellos buscaban y rápido, porque sabían llegar a los puntos sin tener el GPS. La participación de ellos fue básica para encontrar a los niños”.
Hoy, cuando ya los cuatro hermanos están sanos y salvos, en etapa de recuperación, Carlos asegura que “la verdad, eso es un milagro. Ayudó mucho, a mi entender, que la niña, como es indígena, sabía hacer cambuches, que plantas poder coger, cuáles comer, qué frutas. Yo creo que por eso fue que sobrevivieron”.
Este socorrista de la Defensa Civil, como miembro de la Operación Esperanza, al lado de su Pastor Belga Malinois, de tres años y que entrena en labores de rescate desde que tenía 40 días de nacido, indica que “ayer, cuando me contaron la noticia se me aguaron los ojos, ahí mismo. Hicimos parte de esta búsqueda, dimos todo lo que pudimos y gracias a Dios se logró rescatarlos con vida. Ahora, me gustaría visitarlos, conocerlos. Preguntarle a la niña que cómo hizo para sobrevivir todos estos días, sin nada. Que nos enseñe. Llevábamos todos los equipos y ellos, sin nada y aguantaron todo eso. Es un milagro”
Carlos Villegas, a quien le gusta ayudar a la gente y hacer parte de muchas obras de caridad, no duda un instante en señalar que “siempre, presto a que me llamen, donde sea, a cualquier parte. Mientras pueda ayudar, con el mayor gusto lo hago”.