Por: Jorge Mario Yepes Velásquez
No soy de izquierda. No soy de derecha ni del centro…
Soy de los que leen.
Soy de los que analizan sin pasiones.
La historia tiene tantos reflejos como brillos un espejo
Debe haber un balance.
Si no lo hay, los barcos escoran, los camiones se voltean, los edificios se caen y las sociedades estallan.
La desigualdad no es democracia, ni el comunismo es igualarnos por lo bajo.
En realidad, no tenemos ideología propia, somos una colcha de retazos cosidos con frases de reyezuelos de cada época… Desde “SALVE USTED LA PATRIA” pasando por, “EL PODER PARA QUÉ” hasta, “DE DESIGUALDAD NADIE SE HA MUERTO.”
Estamos a merced del miedo.
Pero no de miedo a que nos maten, sino a que nos digan mamertos, uribistas o en el más triste de los casos…
Populistas.
Tal cual, somos todos de sangre azul y miramos por encima del hombro montados en un carro que le debemos todavía al banco, y caminamos por un centro comercial con una tarjeta de crédito con el cupo lleno.
Al banquero, que es dueño del país, le debemos hasta la camisa.
Como cualquier barrio dominado por una banda, le tenemos tanto miedo al cambio que votamos por el más popular de los hampones…
Sigue siendo esta vez, la misma sociedad que vive del perico.
En las campañas anteriores, todos los candidatos dijeron lo mismo que se dijo en la campaña actual.
Un discurso que ya huele a pecueca.
Un discurso de miedo y de odio.
Al observar en las redes sociales, vemos gente desahogando una frustración heredada, de ignorancia.
Nadie lee, nadie propone, y cuando lo hacen…Cuando asoman en un video, recurren al insulto.
No nos sentimos orgullosos, somos la generación del reflujo gástrico, la úlcera y la Milanta, por cuenta de una muy bien orquestada campaña de gente a la que no le conviene un país en paz. Sonará a cliché, pero esto es muy cierto.
Cuando los fusiles se callan, se escucha más claro el sonido de la corrupción.