Por: Henry Plazas Figueroa
Especial COP 16
@plazasnews
En Colombia, el problema de las especies invasoras comenzó a ser evidente desde 1997. Es decir, hace 27 años. Estas especies exóticas invasoras son especies foráneas (introducidas fuera de sus áreas de distribución naturales) que amenazan la diversidad biológica y la integridad de los ecosistemas.
El informe de IPBES (Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas) de 2023, firmado por 142 países incluyendo a Colombia, señala que las especies invasoras han estado involucradas con 60% de las extinciones documentadas, causando la desaparición de más de 1.200 especies de plantas y animales alrededor del mundo. Son, además, las únicas responsables del 16% de las extinciones conocidas.
Es por eso que reducir en 50% la entrada de especies exóticas invasoras y minimizar sus impactos, tal como lo plantea la meta 6, incluida en el Marco Global de Biodiversidad, el cual fue adoptado por las Partes del Convenio en la COP15, realizada en Montreal (Canadá) en 2022, se convierte en todo un reto para la sociedad y para el país.
Creer en la ciencia: Una solución
Pero en la práctica, ¿Cómo puede la sociedad contribuir a que se cumpla esta meta? Para Daniel Cadena Ordoñez, Decano de la Facultad de Ciencias en la Universidad de los Andes, solo existen dos caminos en los cuales los ciudadanos pueden poner un granito de arena, para mitigar esta contravención natural.
El primero de ellos, es generar conciencia sobre el impacto que tiene mover o trasladar especies de fauna y flora hacia lugares donde no son nativas y donde estas pueden proliferar con efectos problemáticos sobre otras especies, poblaciones, ecosistemas e incluso sobre el bienestar humano. “Dicha conciencia limitaría nuevos eventos de introducción de especies foráneas en lugares donde podrían convertirse en invasoras”.
El segundo camino que plantea Cadena es que le creamos a la ciencia, a sus evidencias científicas. “un sector considerable de la sociedad se beneficiaría de una mayor apertura hacia conocer la evidencia científica del impacto de las especies invasoras y a tomar decisiones con base en dicha evidencia”.
Y, sentencia que en muchos de los debates actuales a los que nos enfrentamos sobre el control de especies invasoras “es evidente el desprecio de algunos ciudadanos, incluyendo tomadores de decisiones, por las recomendaciones que se hacen desde la ciencia”.
No obstante, para el doctor Germán Jiménez, PhD. y coordinador de la maestría en restauración ecológica, de la Universidad Javeriana, esta es una de las metas claves en estas negociaciones de la COP16 que se desarrollan en Cali, ya que Colombia ha hecho compromisos en cuanto al manejo de la biodiversidad y el control de las especies invasoras, las cuales representan una de las causas importantes de pérdida de biodiversidad.
En tal sentido, indica que “en la medida en que el país cumpla con los acuerdos que ha hecho, no solamente le hace una contribución a la conservación de la biodiversidad del país, sino que le contribuye a la conservación regional y mundial de nuestras especies nativas”.
Sin embargo, para este líder colombiano en la conservación de fauna silvestre, es fundamental considerar, no solamente la dimensión biofísica, es decir sobre la Biología y la Ecología de estas especies y su interacción con nuestras especies nativas, sino que también es necesario considerar la dimensión socioeconómica que tiene que ver con las relaciones entre las comunidades humanas, sus modos de vida y estas especies.
Sostiene que “en la medida en que podamos combinar la información entre estas dos dimensiones, permitir que se articulen ya que no solamente se trata de controlar a la especie invasora, sino que hay que darles a las comunidades nuevas opciones que cambien su relación con estas especies”.
Para los expertos en fauna y flora del Instituto Von Humboldt, es claro que las especies invasoras también tienen efectos económicos significativos, afectando sectores como la agricultura, la pesca y el turismo, y generando altos costos en su control y erradicación. Además, pueden amenazar la seguridad alimentaria y la salud humana.
Es por esto que recomiendan a los ciudadanos y la población en general, conocer cómo afectan la biodiversidad y los ecosistemas, ya que esto permite tomar decisiones informadas en la vida diaria. Por ejemplo, a través de la jardinería responsable y mediante la realización de prácticas agropecuarias sostenibles.
“Para esto es importante evitar plantar especies exóticas que pueden volverse invasoras y optar por plantas nativas en jardines y espacios verdes contribuye a proteger la biodiversidad local. También es importante no liberar plantas o animales no nativos en la naturaleza”, indica uno de ellos.
Por otro lado, es importante ser responsables con las mascotas exóticas, asegurándose de que no escapen ni sean liberadas en los ecosistemas. Esto es especialmente importante para especies que podrían convertirse en invasoras si se establecen en la naturaleza.
Es recomendable también que antes de viajar a diferentes regiones, limpiar el equipo al aire libre, los vehículos y las botas para evitar la propagación de semillas o pequeños organismos que podrían introducirse en nuevos ecosistemas.
Menos de 10 años para cumplir
Más allá de los datos y de las cifras que nos puedan arrojar los estudios sobre la pérdida de biodiversidad a causa de la propagación de especies invasoras, nos quedan menos de 10 años para poder cumplir con la meta que así parezca para algunos muy compleja y para otros muy etérea ¿Se puede cumplir?
Al respecto, el decano de la Facultad de Ciencias de Los Andes sostiene que esta meta contempla erradicar o controlar las especies que ya se han convertido en invasoras, parece una tarea titánica. “Sin embargo, no podemos darnos el lujo de no intentar abordarla. El control de especies invasoras, como lo han mostrado muchos esfuerzos a nivel mundial, no es trivial. Una vez las especies con potencial invasor se establecen en ecosistemas naturales y alcanzan altas abundancias, controlar sus tamaños poblacionales y sus impactos es muy difícil”.
No obstante, reitera que frente a la dificultad los colombianos debemos evitar quedarnos en la inacción, pues la parálisis sólo conduce a que los problemas continúen creciendo. A esto se suma un reto adicional y es contar con indicadores adecuados de éxito, pues en muchos casos, en países como Colombia, no se cuenta con la información cuantitativa que permita dar cuenta del avance en su cumplimiento. “La meta establece reducir las tasas de introducción y establecimiento de especies invasoras en un 50%, pero ni siquiera conocemos cuáles son dichas tasas en la actualidad”.
Pero según un análisis de la WWF, el compendio más completo actualizado disponible sobre especies introducidas en Colombia se encuentra en el Registro global de especies introducidas e invasoras (GRIIS – Global Register of Introduced and Invasive Species) que lista 505 organismos, de los cuales 224 son especies de fauna, 265 son plantas y 15 son organismos unicelulares.
La Academia también cuenta
Los expertos consultados por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia coinciden en afirmar que en este aspecto la academia puede aportar para que la meta se pueda cumplir a cabalidad, ya que, por ser, precisamente la cuna del conocimiento, tiene la responsabilidad de generar la información científica sobre los impactos actuales y potenciales de las especies invasoras, y contribuir para que sea apropiada ampliamente en la sociedad para conducir a acción efectiva.
“Para tener mayor impacto, debemos comunicar más efectivamente las bases conceptuales y éticas que guían nuestro trabajo y son la base para las recomendaciones que hacemos desde la ciencia”, explica el decano de Ciencias de Los Andes.
Añade además que, por ejemplo, frente a un grupo social con alta notoriedad mediática e influencia política que defiende los derechos e intereses de animales invasores individuales (como, por ejemplo, los hipopótamos del Magdalena Medio) ha sido retador posicionar la perspectiva científica que valora no solo la vida de individuos silvestres sino también la conservación de poblaciones, ecosistemas, servicios ecosistémicos y el bienestar de las personas que depende de sistemas naturales sanos.
“Lo mismo sucede frente a grupos económicos con influencia política que presionan para que las autoridades permitan la introducción de especies exóticas, como el pez basa, con enorme potencial invasor”.
Para el coordinador de la maestría en restauración ecológica de la Universidad Javeriana, si se generan diferentes tipos de investigaciones y se produce un mayor conocimiento tanto en la biología como en la ecología, el potencial de dispersión de enfermedades de estas especies, así como las relaciones que mantiene con las comunidades humanas, se convertirán en un factor fundamental para la futura toma de decisiones y el efectivo manejo de estas invasiones.
Esta COP16 fue la más cercana y real oportunidad para considerar cuáles podrían ser las mejores opciones para la conservación de las especies nativas y los ecosistemas estratégicos del país. Cuidar y conservar nuestras especies nativas en flora y fauna silvestre convierten nuestra biodiversidad en el más valioso tesoro. Hay un consenso en general de que las especies exóticas invasoras son una de las principales amenazas a la biodiversidad global. Reducir su introducción y minimizar sus impactos es esencial para la conservación de la diversidad biológica, un objetivo central de la COP16.