Hoy, don Juan Eudes Vera Torres tiene muy claro que su presente y su futuro está en la legalidad y en la búsqueda de la paz. Una realidad muy distinta a la que vivió años atrás, marcada por los cultivos de coca y su cercanía con los grupos armados ilegales.
“Yo vivo en la vereda La Calera, del municipio de Briceño, en Antioquia. Soy tolerante, trabajador, echao pa´lante y preocupado por la comunidad”, así se describe este hombre, hoy comprometido con un proceso de sustitución de cultivos y de reincorporación a la vida civil.
Siendo muy joven, cuando apenas comenzaba a transitar los caminos de la adolescencia, perdió a su padre y debió asumir el cuidado de su familia. Tarea que cumplía con pequeños cultivos de café y cacao, jornaleando, hasta el día en que se dejó tentar por el espejismo del dinero fácil de los cultivos ilícitos.
“La ambición de la plata lo lleva a uno a muchas cosas. Empezó el apogeo de los cultivos ilícitos en Briceño y yo comencé sembrando coca, hasta que me salí del jornal. En esa época, por aquí mandaban los paramilitares”, recuerda don Juan.
Fue en ese proceso que tuvo su primer contacto con los grupos armados ilegales. Y no fue precisamente para trabajar con ellos, sino para intermediar por la vida de un paisano, a quien los paramilitares iban a matar, por no cumplirles en el negocio de la venta de base de coca.
“No era nada con esa gente. Nos reunieron para notificarnos que iban a matar a un vecino, como ya lo habían hecho con otras dos personas. Yo saque valor, me les enfrenté y pedí por la vida de ese muchacho. Les dije que nadie decía nada, por miedo, pero que yo sí les pedía no matar a ese señor, que tenía hijos pequeños y esposa”, dice don Juan, quien aquel día logró salvarle la vida a su amigo y vecino.
Igual situación vivió con el otro extremo de la cuerda, la izquierda. Tras la salida de los paramilitares de la región, llegaron las Farc, que poco a poco se fueron adueñando de los cultivos de coca, manteniendo a la población amenazada, al punto de ejecutar a quien no fuera legal en el negocio.
Se enfrentó a ellos, también le salvó la vida a un paisano y terminó siendo uno de sus colaboradores. Como dice, “me cogieron para hacerles mandados y a mí me iba bien. Muy honestamente, sin ningún compromiso, cogía a hacerles los mandados, al punto que ya en el pueblo me señalaban, por ser su colaborador. Todo eso me sirvió para mantener a mi familia”.
Su vida en la ilegalidad lo llevó por un tiempo a permanecer escondido en el monte, entre arbustos y palos, con los que hacía improvisadas camas para pasar las frías noches. Así estuvo don Juna hasta el día en que cayó en manos de las autoridades. La justicia lo condenó a cinco años de prisión, de donde salió para acogerse al proceso de paz.
“Fui a presentarme en la zona de concentración de Anorí. Estuve cuatro días, hasta cuando me llamó el señor que dirigía las labores de desminado y todo lo que era sustitución de cultivos. Todo lo que se llama implementación del proceso de paz”, relata don Juan.
Ahora, este hombre, curtido por los años, está dedicado a la siembra de cacao, de café y otros productos agrícolas. Acompaña a su comunidad en este proceso de transición hacia la legalidad y mantiene intacta su convicción en la búsqueda de la paz.
“El camino es la paz, porque si el camino no fuera la paz, yo no estará en Briceño, donde nací, y muy seguramente, tampoco estaría vivo. Es necesario fortalecer la sustitución de cultivos, para que esto no se vuelva a repetir. Estoy tan seguro, que ni por un mal pensamiento, volvería a sembrar un palo de coca. La droga destruye al país, la coca es la guerra”, reflexiona don Juan.
Don Juan hoy vive tal y como lo plasmó en unas líneas que escribió en la soledad de su celda, pensando y construyendo lo que sería su vida, ya en libertad:
“De los montes de toda Colombia, sale un grito de amor y humildad.
Un futuro para los colombianos, muy tranquilo, de amor y de paz.
Con el grupo insurgente y Gobierno, construyendo armonía y amor.
Una paz duradera y confiable, que termine el conflicto y dolor.
A los mandos Gobierno y guerrilla, todo el pueblo les quiere implorar
Construyamos una nueva Colombia, menos muerte y sangre mirar.
Nuestra Patria, que tanto adoramos, desangrada hoy pide un favor
Que se acabe la guerra proclama, que haya paz con cariño y amor
A un penal o a una tumba nos lleva esta guerra que al pueblo llegó
No desangremos más a Colombia y cantemos un himno de amor
Nuestros jefes, que exponen sus vidas, y el conflicto acuerdan terminar
Que se escuche en toda Colombia una bulla de amor y de paz
Que haya paz para los colombianos, todo el pueblo lo suela decir
Y nos tratemos bien como hermanos, y es así que se debe vivir”