sábado, noviembre 23, 2024
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“Viví la pobreza extrema, extrema”, Agripina Perea, la mujer de las mil batallas

Hoy, 750 niñas y niños que habitan en dos de los barrios más populosos de Cartagena, tienen una madre protectora, que vela por su alimentación y educación. Ella es Agripina Perea, nacida en Río Sucio, Chocó, víctima de desplazamiento forzado en dos ocasiones y cartagenera por adopción.

Esta mujer de corazón grande y solidario, ha librado las más duras pruebas, buscando siempre un mejor mañana. Desde muy temprana edad, ha transitado caminos escabrosos, empedrados y cargados de obstáculos, que ha podido sortear.

“Cuando tenía 13 años, mi mamá prácticamente me regalo, viví esclavizadas y sufrí muchísimas enfermedades, entre ellas, una en la que no me garantizaban la vida, que se llama Meningitis Bacteriana. Después que superé, que dure varios días en coma, me dieron muchas más, Tifo, Sarampión, Varicela, y así sucesivamente, cuando regrese otra vez donde mi mamá, ya era una señorita de 16 años”, recuerda Agripina.

Siempre inquieta, motivada por el deseo de superación, Agripina decidió estudiar, capacitarse, pues para ella, la educación es básica en la formación del ser humano. Buscó algo que, además, le diera la oportunidad de servirle a la comunidad, de poder desarrollar sus dotes innatos de lideresa.

Fuente: Agripina Pera
Agripina Perea hoy realiza una de las labores más solidarias que más satisfacciones le ha brindado, entre todas las que ha llevado a cabo. Vela por la alimentación y educación de 750 niñas y niños, de los barrios mas populosos de Cartagena  

“Me capacite como mujer promotora de salud, así que desde ahí comencé mi trabajo comunitario y desde allí he liderado. Me ha gustado la parte de liderazgo y me ha gustado la parte de ayudar a los demás, del servicio, de poder ayudar, como mujer visionaria, que le gusta ayudar, trabajar, le gusta ser independiente, estudiar, siempre pensando en los demás”, relata.

Paradójicamente, uno de los trabajos que asumió, pensando en su gente, en su comunidad, le trajo nuevos dolores de cabeza. Sus labores en un centro de salud, la pusieron en la mira de grupos armados ilegales, que le pusieron precio a su cabeza.

“Dure 12 o 15 días encerrada en la Iglesia, hasta donde llegó el familiar de una de las señoras, diciendo que me iban a matar, que yo era colaboradora de la guerrilla y que me iba a matar. Un sacerdote que era cartagenero, me dijo que tenía que irme, que mandara a buscar mis cosas, a mis hijos y que me fuera del pueblo. Me sacaron, con la ayuda de la Cruz Roja Internacional, de la Arquebiosis de Antioquia, me trajeron aquí a Cartagena”

Fuente: Agripina Pera
Agripina Perea hoy realiza una de las labores más solidarias que más satisfacciones le ha brindado, entre todas las que ha llevado a cabo. Vela por la alimentación y educación de 750 niñas y niños, de los barrios mas populosos de Cartagena  

Con sus cuatro hijos pequeños y un quinto en camino, la poca ropa que pudo empacar y sin conocer a nadie llegó a Cartagena, a “un lote que había ahí. Construimos una casa de cuatro paredes y un techo de plástico y hay tuve a mi niña, en el piso de tierra. Me tocó recibirla de 11:50, la parí en la tierra, sin conocer a nadie, sin pedirle ayuda a nadie, sin tener un peso para la comida, nada, nada, absolutamente nada. Teníamos 500 pesos y con eso compramos un tubo de hilo y un alfiler y con eso le corte el ombligo. Se me estaba ahogando, pero como yo me había preparado en primeros auxilios, la reanime, le di oxígeno, después le corte el ombligo, me saque la placenta. Todo ese proceso lo hice sola”, cuenta con voz entrecortada.

Pasar por tantas calamidades, llenó de valor a esta batalladora mujer, quien tomó la firma decisión de sacar adelanta a su familia, pues lo que vivió “fueron momentos horribles, la pobreza extrema, extrema. Cada vez que me acuerdo de eso lloro, de tanta necesidad y eso aumento mi sensibilidad mucho más en mi corazón”.

Con total convicción, aprovechó cada oportunidad que se le presentó. En cuanto programa social que había en la ciudad, ahí estaba Agripina, alimentando su espíritu, sobresaliendo por su condición de lideresa, por su gran deseo de aprender cada día más y más. Se asocio con otras mujeres, de su misma condición de vulnerabilidad, aprendió a hacer productos propios de la región, salió a la calle a venderlos puerta a puerta.

“Yo empecé a meterle ese amor y a visitar los clientes que sabía que compraban ese producto. No tenía ropa para visitar los clientes, y yo pedí ropa prestada para hacer las visitas. Gente que yo pensé que no me iba a comprar el producto, terminaron comprándome. Éramos veinte y hacíamos como cien productos, cuando sólo quedamos cuatro, terminamos haciendo siete mil productos diarios. Eso fue a través de eso, de mi carisma”, dice Agripina.

En ese ir y venir, cada día buscando superar lo logrado, una tarde en plena pandemia, tres niñas marcaron su destino y lo que hoy es su razón de ser. “Una semana antes de que cerraran las vías yo llegue a mi casa, y en frente habían unos banquitos y tres niñas sentadas. Les pregunté si ya habían desayunado, eso fue como a las tres de la tarde y me dijeron que no. Esas niñas fueron mi motor de arranque, dije aquí hay que hacer algo.

Tengo en mi base de datos más de mil números de teléfono de personas muy importantes que conozco, y me dije, es el momento de saber quién es quién, porque yo no voy a dejar morir gente de hambre. Empecé a llamar a todo el mundo, a decirles que necesito que me colaboren con comida, para colocar un comedor, una olla comunitaria, voy ayudar a varios niños. Unos me decían que sí, otros me decían que no. Empezaron a mandarme arroz, yuca, plátano, de todo me enviaron”, cuenta Agripina.

Fu el comienzo de una obra a la que hoy dedica todo su esfuerzo, todo su tiempo. Que empezó con tres niñas, luego fueron 300 y ahora, son 750 y creciendo. “Hicieron una fila como de 300, yo me asusté, pensé que la olla de sopa no me iba a alcanzar y empecé a servir de poquito en poquito 300 platos de comida. Al día siguiente me decían ¿mañana venimos otra vez?, ¿yo puedo traer a mi prima?, y claro, yo les decía, traiga a su prima, a su hermana, al día siguiente hice dos ollas más, mucha más comida”,

Fuente: Agripina Pera
Agripina Perea hoy realiza una de las labores más solidarias que más satisfacciones le ha brindado, entre todas las que ha llevado a cabo. Vela por la alimentación y educación de 750 niñas y niños, de los barrios mas populosos de Cartagena  

El apoyo que Agripina ha tenido es según ella, invaluable. Comerciantes, grandes empresas privadas, gente del común, se han sumado a esta causa, que ha ido creciendo, y como ella misma dice, “aquí había un salón desocupado hace muchos años. Lo ocupé y actualmente tenemos aquí el comedor principal y desde ese día no hemos parado y hemos implementado dos comedores más, que eso suma 750 niños, en donde todos los días se les entrega un plato de comida de lunes a viernes”

Agripina no se contentó solo con brindarles un plato de comida a estos niños y pensó en su futuro y en su bienestar. Desde la Fundación Corazón Contento, que ella dirige, y gracias al aporte de voluntarios, hoy adelante un proceso educativo.

Agripina, la mujer que nunca ha dado su brazo a torcer, por oscuro que parezca el panorama, puntualiza diciendo que “esos niños están estudiando en sus colegios oficiales y aquí los reforzamos, para que sean los mejores y no sé queden a través del tiempo. Sabemos que la pobreza se rompe es con la educación”

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