El Túnel de la Línea es quizás la obra de infraestructura más importante y compleja adelantada en Colombia en los últimos años. Un proyecto, que demandó de una inversión millonaria, que estuvo a punto de fracasar y que se pudo salvar, gracias, entre otros, al aporte que hizo el control ciudadano.
Don Uriel Orjuela Ospina, Ingeniero Civil de profesión y nacido en Armenia, la capital quindiana, fue una de esas personas. Llegó con la firme convicción de aportar su experiencia para que el megaproyecto llegara a feliz término.
“Contribuimos a que el Túnel de la Línea no se convirtiera en un elefante blanco más. Cuando llegamos al proyecto, encontramos a un enfermo moribundo. No fuimos interventores sino veedores, en representación de una comunidad y convencidos de que los proyectos se tienen que terminar”, asegura este veedor ciudadano.
Con una vasta experiencia en la construcción y pavimentación de vías y carreteras Ospina Orjuela asumió el reto de su vida. Durante seis años ejerció control a los cronogramas, costos y calidad del trabajo y de las obras e hizo recomendaciones, que, según él, fueron bien recibidas y oportunamente atendidas.
“Ha sido una experiencia maravillosa, como ingeniero y como colombiano. Ha sido un aprendizaje en temas como la construcción de túneles y puentes. Es satisfactorio haber participado y aportado para salvar el proyecto, que incluso estuvo al borde de una caducidad”, manifiesta este hombre, casado y padre de tres hijos.
Desde un comienzo, don Uriel asumió un papel constructivo y propositivo. Sabía que no podía convertirse en un palo en la rueda y dedicarse simplemente a denunciar y no avanzar.
Para él, “este fue un reto distinto, por las características en que lo tomamos. Es distinto tomar un proyecto desde cero y ejercer un control desde el principio. En este caso, fue llegar a tratar de enderezarlo y llevarlo hasta el final. Fue un aprendizaje en lo técnico y en lo social y me siento orgulloso de que, como ingeniero y como colombiano, pude aportar”.
En su función de veedor ciudadano, destaca el acompañamiento que tuvo de los organismos de control, especialmente de la Contraloría General, a través de sus delegados de Participación Ciudadana, quienes siempre estuvieron presentes en cada una de sus intervenciones.
En ese sentido, resalta que “ha sido vital el acompañamiento. En todas las mesas de seguimiento y control ellos estuvieron presentes. No ha habido reunión o ejercicio sin que ellos estuvieran presentes. La filosofía con la que nosotros asumimos este trabajo fue mas constructiva, fue más pensando en que el proyecto sí se podía terminar, obviamente haciendo lo que todo veedor hace, ejerciendo control, atendiendo el aporte que nos hicieran estas entidades”.
Por su labor como veedor ciudadano don Uriel no recibió ninguna remuneración, asumió su rol con vocación y compromiso, pues, como dice, “me motiva servirle a mi país y a mi ciudad. Este ejercicio lo he hecho con mucho cariño y compromiso, porque Colombia se merece lo mejor”.
Hoy don Uriel, ya con la satisfacción del deber cumplido, seguirá haciendo control ciudadano a las obras y proyectos que se adelanten en su ciudad, en su departamento. Continuará recorriendo el país formando futuros veedores ciudadanos, inculcando el amor por esta labor y sembrando en ellos principios como ética, responsabilidad y sobre todo, compromiso con la comunidad.